Con el fin de garantizar sus principales funciones, la célula, verdadera «máquina viva» necesita oxígeno para respirar y nutrimentos (lípidos, glúcidos y proteínas) para vivir. En contrapartida, libera por la respiración CO2 y residuos. El fenómeno de la respiración se produce en las mitocondrias, los «pulmones celulares» le permiten respirar y por tanto producir su propia energía llamada ATP (trifosfato de adrenosina). Una piel joven está equipada para producir la energía necesaria para su buen funcionamiento y defenderse contra las agresiones externas. No obstante, con el paso del tiempo, los ritmos de la vida moderna, así como el nivel cada vez más elevado de contaminación, la aportación de oxígeno se reduce y, por otra parte, ya no le permite gestionar los ataques de los radicales libres. El objetivo: aportar energía y vitalidad a la célula mejorando la respiración celular e impidiendo la proliferación de los radicales libres.